Despedidas

Kerry Fender
El síndrome de Down, mi familia y yo: la vida familiar de una madre con un cromosoma de más.

El viernes20 de junio fue un día memorable: el último día de Freddie en la escuela. Con todos los exámenes y acreditaciones terminados, los alumnos de 11º curso fueron liberados en la naturaleza. Fue un día muy emotivo para Freddie. Lloró durante todo el trayecto en taxi hasta el colegio y durante toda la Asamblea de Graduados. Era muy consciente de que era su último día en la escuela y de que todas las personas con las que había forjado relaciones en los últimos años ya no formarían parte de su vida.
Fue un día muy emotivo para mí también, sabiendo que Freddie se había enfadado lo suficiente como para llorar (cosa que rara vez hace), pero no había sido capaz de decir de antemano lo mal que se sentía por dejar el colegio. Su lenguaje receptivo es mucho mejor que su lenguaje expresivo. Entiende y siente mucho más de lo que parece. Es demasiado fácil para los demás descartarle, asumir que no entiende situaciones, a otras personas, sentimientos y emociones; asumir que no siente cosas como amor, amistad, gratitud, vergüenza o pena. Pero sí las siente.
Simplemente no puede expresarlas con palabras.
A Freddie se le da bien entablar relaciones con las personas que le rodean, sobre todo con las que forman parte habitual de su vida cotidiana. Estas relaciones son muy importantes para él, y cuando alguien con quien ha establecido una relación se va de su vida por cualquier motivo -cambio de equipo de transporte, cambio de colegio, alguien se muda o muere-, no se limita a encogerse de hombros y olvidarlo. Sigue pensando en ellos y siente su ausencia: los echa de menos. Pero le cuesta decirlo. A veces creo que intenta hablar de las personas a las que echa de menos y en las que piensa, pero no consigue formular en su mente qué es exactamente lo que quiere decir, así que me cuesta entender lo que quiere decir, lo cual es frustrante para los dos.
También fue un día emotivo para mí por otra razón, que me es propia. Las experiencias del pasado y la ansiedad de toda la vida hacen que me resulte muy difícil confiar en los demás. Por eso, cuando hay personas en nuestras vidas con las que he podido construir un frágil sentimiento de confianza, me cuesta mucho despedirme.