Días de nieve y problemas sensoriales

Jennifer Arnold
Me apasiona concienciar sobre los problemas de la discapacidad a través de la educación y la divulgación. Cuando no llevo puesto mi sombrero de escrit...

A principios de este mes, tuvimos una tormenta de nieve.
No es gran cosa en la mayor parte del país, pero en nuestro pequeño rincón del norte de California es casi inaudito.
Aquí rara vez nieva en invierno y, si lo hace, suele cambiar a lluvia antes de que la nieve tenga oportunidad de acumularse.
Esta vez nos cayeron 20 centímetros de nieve, y aunque mis tres hijos estaban más que contentos de salir a jugar con ella, mi hija no quería saber nada.
Tiene 14 años, pertenece al espectro autista y tiene muchos problemas sensoriales.
Duró unos cinco minutos fuera, y la mayor parte de esos cinco minutos los pasó intentando quitarse los copos de nieve fresca de las manoplas.
Tampoco le gustaba cómo se sentía la nieve cuando intentaba caminar sobre ella.
Pasó por encima como si caminara sobre brasas, aunque llevaba botas.
Ni siquiera las comparaciones de la escena invernal con una de sus películas favoritas, Frozen, pudieron hacerle cambiar de opinión.
No podía volver dentro lo bastante rápido.
Aparte de las cosas sensoriales, estaba un poco alterada por lo diferente que parecía todo, cubierto bajo un manto de nieve.
Seguía señalando por la ventana y yo le aseguraba que empezaría a derretirse cuando saliera el sol.
Ni siquiera había pensado en que la nieve fuera un reto para ella antes de esta tormenta de nieve porque no es algo con lo que tengamos que lidiar muy a menudo.
Nunca me había dado cuenta de la cantidad de retos sensoriales que conlleva el clima invernal.
Crecí en Nueva Inglaterra, donde la nieve era algo habitual, y recuerdo todas las capas de ropa, los gorros de lana que picaban y las pesadas botas forradas con bolsas de plástico para que nuestros pies se mantuvieran secos.
Las bufandas que nos cubrían la mitad de la cara y los voluminosos guantes y manoplas que llevábamos y que inevitablemente se empapaban a los diez minutos de jugar fuera.
Ahora me doy cuenta de que cualquiera de estas situaciones sería una pesadilla para un niño con problemas de procesamiento sensorial, así que busqué en Internet algunos consejos para hacer que los días de nieve sean más agradables para los niños con problemas sensoriales.
Encontré algunas buenas ideas como:
Deja que tu hijo elija ropa de invierno y acostúmbrale a llevarla antes de que llegue el invierno.
Echa un vistazo a las tiendas online especializadas en ropa adaptada a las necesidades sensoriales.
Ayúdales a prepararse leyéndoles muchos cuentos sobre actividades invernales.
Antes de que se derritiera la nieve, pude poner en práctica una sugerencia de juego sensorial interior con nieve. Puse un poco en un cuenco y la dejé jugar con ella en la mesa.
Jugó con él hasta que empezó a derretirse, ¡lo que considero una victoria!
Ahora, esperemos que no pasen varios años antes de que volvamos a ver una buena nevada.