¡¿El sonido más dulce?!

Ahora mismo, estoy tumbada en el sofá cama de la habitación de Dudes, escuchando el sonido más dulce que se pueda imaginar en este momento: mi precioso hijo roncando suavemente.

Por supuesto, puede que para otras personas esto no sea música para sus oídos, pero para mí no tiene precio porque sé que respira.

Hace apenas dos semanas, dio el salto al instituto; cabe decir que hasta ahora ha sido un gran éxito.

Le encanta que el trayecto sea más corto (15 minutos en comparación con la hora que tardaba en llegar a su antigua escuela primaria), disfruta de sus clases, le gustan sus nuevos profesores y su profesor de apoyo, y vuelve a casa contento y cansado al final del día, como cualquier otro niño de 11 años.

Y, como cualquier otro niño que vuelve de repente a la sopa de gérmenes que es una clase llena de nuevos amigos, el Dandy se ha contagiado de la temida lurgia.

Excepto que, para un niño con problemas respiratorios, convulsiones potencialmente mortales y algunas otras complicaciones, no existe tal cosa como "sólo" un resfriado.

Después de una noche complicada controlando las secreciones con fisioterapia torácica, convulsiones fuera de escala y calpol regular (en serio, ¡¿cómo se las arreglaban los padres sin él?!) mi jovencito por fin se ha dormido... los ronquidos suaves antes mencionados lo confirman.

Aunque las convulsiones ocasionales pueden sobresaltarle al despertar, es un ruido mucho más suave que el chirrido alarmante de su monitor de selectividad.

Los ronquidos son un síntoma de su bajo tono muscular; con antecedentes de apnea del sueño es algo que vigilamos de cerca.

Su estimulador del nervio vago -el pequeño pero potente implante que impide que se establezcan unas 70 convulsiones diarias- tiene el desafortunado efecto de relajar aún más sus músculos, por lo que los ronquidos y la apnea pueden empeorar.

El asombroso equipo del Dandy le vigila atentamente para asegurarse de que su respiración no se ve afectada, al tiempo que le proporciona el mejor control posible de las convulsiones.

Es un delicado equilibrio en el que participan sus equipos respiratorio y neurológico, estudios periódicos del sueño y mucha comunicación, pero funciona para mantener a nuestro hijo en casa, donde debe estar, y fuera del hospital tanto como sea posible.

Con un poco de suerte, una buena gestión y elevando una rápida plegaria, este bicho pasará rápidamente y podrá volver al colegio.

Al menos casi conseguimos dos semanas completas.