Es hora de cambiar de escuela - Crecer

Ceri-Ann Brown
Me llamo Ceri-Ann Brown y vivo en Stockport, Manchester. Vivo con el amor de mi vida Phil, mi increíble hija (Amy-Rose) y mi cobaya gigante Vito. Cuid...

El instituto. ¿A dónde va el tiempo?
Las familias de todo el mundo se encuentran en ese momento del año en el que sus hijos comienzan su siguiente gran etapa. Es un momento tanto de emoción como de inquietud. Para algunos, es sencillamente estresante o imposible.
Amy tiene ahora 11 años. En realidad lleva 9 años en el mismo colegio, ya que empezó a ir a la guardería cuando tenía 2 años.
He asistido a algunas asambleas de graduados en la escuela y he llorado a mares cada vez. ¿¡Cómo estaré cuando sea mi propio hijo el que se vaya!?
Siempre estaré muy agradecida a las personas dedicadas, cualificadas y, en general, increíbles que han trabajado con ella durante su estancia en la escuela; pero tengo que admitir que siento una especie de pena anticipada por su marcha.
Debido a la complejidad del diagnóstico de Amy, nunca estuvo garantizado que llegara a la escuela secundaria. Doy gracias a lo que sea por cada minuto que pasa con nosotros. Al mismo tiempo, echo de menos que sea pequeña.
Esos días parecen tan lejanos ahora.
Aquellos dolorosos primeros años, lidiando con cada nuevo diagnóstico (en aquel momento demoledor). Los 45 minutos de trayecto en coche con ella gritando y llorando inexplicable y desconsoladamente, la bomba de alimentación alarmante y el tráfico en hora punta que no se movía. Llegar a la puerta y verla angustiada, sollozando mientras volvía al coche sintiéndome culpable y aliviada a partes iguales.
Por aquel entonces la "ambulanciaban" mucho. Infecciones torácicas y convulsiones eran los motivos habituales. Pasaba el tiempo sin ella esperando ansiosamente que estuviera bien y comprobando mi teléfono constantemente.
Amy tardó en asentarse bien en la guardería. Es una transición enorme para cualquier niño.
En los últimos años ha encontrado realmente el ritmo. El personal la conoce a la perfección y a ella le encanta entrar. Ha prosperado y se ha desarrollado más de lo esperado. Además de su vida escolar, también tiene un autobús de transporte a la escuela, ya que está muy lejos. El conductor y el asistente la conocen muy bien. Adora a todos los que la acompañan en el autobús. Este será otro gran cambio.
Se tarda tanto tiempo en conocer cada matiz de la personalidad de Amy y también sus necesidades médicas.
La idea de volver a empezar es aterradora.
Aún no he visitado la nueva escuela. Tampoco he empezado a rellenar su "pasaporte de comunicación". La perspectiva es desalentadora. En general estoy bien, pero a veces siento una punzada de tristeza por no poder elegir colegio (sólo hay uno que satisface sus necesidades médicas). No es nada en contra de su nuevo colegio, sino de mi propia batalla personal para aceptar nuestra vida de revisiones anuales, IEPs, apoyo sensorial, SaLT, EHCPs y todo el resto de términos y acrónimos de los que antes no sabía nada.
Creo que como padre tuve esa visión de despedirla a la puerta del colegio, que se reuniera con sus amigos, que luego se negara a contarme su día... las cosas que recuerdo de la infancia.
En esta versión las cosas han sido totalmente desconocidas y todos hemos ido encontrando nuestros pies en el camino. Hemos establecido nuestros propios hábitos y rutinas... yo de pie junto a la puerta como un suricato ansioso esperando a que ella vuelva a casa.
Abrir la aplicación de comunicación del colegio y leer en voz alta lo que sus profesores han dicho sobre su día y enseñarle las fotos y los vídeos. La verdad es que me encanta. A veces me duele un poco por dentro que no pueda contarme su día.
Pero lo más importante es que está aprendiendo, creciendo y, lo que es más importante, feliz.
En el fondo sé que estará perfectamente. En todo caso, probablemente le estoy dando demasiadas vueltas. Es aceptar y aprender a confiar en nuevas personas, restablecer lo que hemos trabajado durante tantos años para conseguir, ¡y también aceptar que mi niña ya no es una niña pequeña! Todos los días le digo que, aunque ya es mayorcita, siempre será mi bebé y también mi niña grande (¡cada vez que la preadolescente pone los ojos en blanco!). No podría estar más orgullosa de lo que ha conseguido y tenemos tantos recuerdos entrañables compartidos.
Deseo a todos y a sus pequeños todo lo mejor al empezar la guardería/escuela/secundaria/universidad, etc. Espero que todos prosperéis y crezcáis juntos. Espero que podáis atesorar esos recuerdos y seguir adelante sintiéndoos positivos respecto a lo que venga después.