Mi hijo está creciendo y no estoy preparada

Esta semana tuve una experiencia fabulosa visitando la escuela secundaria a la que el Sr. V y yo esperamos que la Dude asista el próximo año académico. Es uno de los sitios más bonitos que he visitado, se respiraba un ambiente de felicidad en todo el colegio. Tanto el personal como los alumnos estaban muy contentos, se oían risas en las aulas y todo el lugar transmitía una maravillosa sensación de calma.

Sentada en el pabellón de deportes con otros futuros padres, escuchando al director explicar las diferentes clases y actividades, un pensamiento me golpeó como un tren de vapor. Mi pequeño hijo está llegando al final de su estancia en una escuela que ha sido el centro de nuestras vidas durante casi 8 años, y no estoy preparada. En un abrir y cerrar de ojos me encontré luchando por controlar mis emociones: la escuela primaria de mi hijo es muy especial. Se parece más a una familia que a una escuela, y su pequeño tamaño hace que las relaciones entre las familias se forjen rápidamente.

El personal quiere a los niños como si fueran suyos y celebran cada logro junto a nosotros con la misma alegría que si nuestros hijos hubieran ganado el Premio Nobel. Es en gran parte gracias a esta escuela que nuestro hijo se ha convertido en el joven feliz, confiado y encantador que es... han trabajado junto a nosotros en lo que respecta a su desarrollo, tomando terapias adicionales para continuar el trabajo que hacemos en casa. Y le han calmado en más viajes en ambulancia por la ciudad de los que me atrevo a pensar, cuando le llevaban al hospital por convulsiones o complicaciones respiratorias.

No estoy preparada para que pase a la siguiente fase. Sin embargo, el Dandy sí que lo está. Está preparado al 100%, emocionado por seguir aprendiendo y listo para conocer nuevos amigos y reencontrarse con los viejos. Y la escuela en cuestión se siente como un ajuste perfecto para mi pequeño inquisitivo, inteligente pero complejo.

Y entonces miré a los otros padres y me di cuenta de que todos y cada uno de ellos estaban pasando por el mismo tsunami de emociones. Es un gran paso para cualquier padre y, cuando se trata de nuestros hijos con necesidades educativas especiales, ese paso es absolutamente enorme. Puede que los niños estén preparados, pero los padres pueden necesitar un poco más de seguridad y mucho café fuerte.