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No presentarse nunca a los exámenes

Miriam Gwynne por Miriam Gwynne Necesidades adicionales

Miriam Gwynne

Miriam Gwynne

Madre y cuidadora a tiempo completo de dos gemelos autistas realmente maravillosos. Me encanta leer, escribir, caminar, nadar y animar a los demás. No...

Un examen

Al desplazarme por las redes sociales, una inocente publicación de un amigo me hizo detenerme al instante.

Nos conocimos en la iglesia cuando nuestros hijos estaban juntos en la guardería y seguimos en contacto desde entonces. Me ha encantado ver crecer a su hija desde las primeras fotos de la guardería hasta que empezó el colegio y luego se puso esa elegante americana y parecía nerviosa al empezar el instituto. Ahora que nuestros hijos avanzan aún más, vuelvo a leer su post y siento que se me llenan los ojos de lágrimas.

"Pensando en mi hija que hoy se presenta a su primer examen".

Intento no comparar a mi hijo con los hijos de otras personas, pero a veces vislumbro lo que podría haber sido y me golpea con fuerza.

Ahora mismo mi hijo adolescente debería estar haciendo exámenes.

En cambio, sigue viendo Peppa Pig, sigue queriendo que le lean el mismo libro de cuentos ilustrados todas las noches y sigue necesitando ayuda para lavarse y vestirse.

No tiene ni idea de lo que es un examen y mucho menos es capaz de sentarse en un pupitre y hacer uno.

Es otro hito que nunca alcanzará, otra oportunidad que nunca experimentará.

Es un duro recordatorio de lo diferente que será su vida adulta de la de sus compañeros.

Es un derecho de paso que nunca tendrá.

Así que, aunque celebro muchas cosas de mi increíble hijo, sé que está bien parar en momentos como este y dejar que el dolor y la pérdida descansen en mi corazón durante un rato. Soy humana y, por muy positiva que sea, siempre habrá momentos en los que me pregunte "y si...".

No cabe duda de que se sentirá lo mismo el día de los resultados, o cuando los hijos de mis amigos empiecen la universidad, o se muden a su propia casa, o incluso se casen. Al fin y al cabo, todos estos son logros vitales que esperamos que les sucedan a nuestros hijos o que aspiramos a que experimenten. Aunque soy plenamente consciente de que ninguno de estos acontecimientos de la vida es fácil para nadie, para mi hijo simplemente no serán alcanzables de forma independiente nunca.

Ahora mismo, con 16 años, todavía no sabe escribir su propio nombre, ni hablar, ni prepararse la merienda.

Dentro de un año terminará sus estudios con un futuro aún desconocido y aterrador. No irá a entrevistas, ni saldrá con nadie, ni estudiará, ni tomará su primera copa legal. No aprenderá a conducir, ni ahorrará para comprar una casa, ni se irá de vacaciones con sus amigos.

En lugar de eso, seguiré apoyándole con la esperanza de que un día sepa escribir su propio nombre, vestirse solo o abrir un yogur por sí mismo. Quizá un día le oigamos decir una palabra o incluso cepillarse los dientes.

No habrá exámenes para ellos, pero sus logros serán igual de valiosos para mí.

Ojalá la sociedad valorara esas habilidades tanto como los resultados de los exámenes.

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