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Polos Aparte

Helen Horn por Helen Horn Necesidades adicionales

Helen Horn

Helen Horn

Soy madre de dos jóvenes. Mi hijo mayor, James, de 27 años, tiene el síndrome de Wolf-Hirschhorn y autismo. En mi blog escribo sobre mi vida como madr...

2 hermanos

Tengo dos hijos. Los quiero a los dos inconmensurablemente, pero no podrían ser más distintos. Cada uno tiene cualidades, habilidades y personalidades muy diferentes.

A sus casi 29 años, mi hijo mayor, James, ha sido diagnosticado de síndrome de Wolf Hirschhorn. Además, tiene algunos problemas de salud complejos, autismo, epilepsia, una grave discapacidad de aprendizaje y es en gran medida no verbal. Durante toda su vida, James ha dependido de su familia, profesores y cuidadores para que le cuidaran y cubrieran todas sus necesidades. Ha dependido de mí para que le defienda y me asegure de que se le trata con justicia, de que se le apoya económicamente, de que recibe la atención y el respeto a los que tiene derecho y de que tiene tantas oportunidades y una calidad de vida tan buena como sea posible. Ese será mi papel mientras pueda.

Mi hijo menor tiene 25 años. Es extrovertido, seguro de sí mismo, educado y educado, se adapta a cualquier situación, es un buen comunicador y siempre encuentra algo de lo que hablar con la gente. Tiene un buen trabajo a tiempo completo con bastante responsabilidad. Sabe organizar su vida, administrar sus finanzas, cocinar, valerse por sí mismo y no necesita en absoluto que yo hable por él (aunque a veces me apetezca).

Esta semana lo dejamos en el aeropuerto

Iba a coger un vuelo solo a Corea del Sur. Llevaba meses haciendo planes para encontrarse con un amigo australiano en Corea para pasar unas vacaciones. Sé que muchos jóvenes viajan solos; quizá a su edad no teníamos las mismas oportunidades, pero no estoy segura de que yo hubiera tenido la confianza que él tiene aunque la hubiéramos tenido. Mientras lo veía entrar en el aeropuerto con paso decidido, mi corazón se hinchó de orgullo por haber criado a este joven que aprovecha al máximo lo que la vida puede ofrecerle, y lo admiro inmensamente por ello.

Al abrazarle para despedirme tuve un nudo familiar en la garganta, el mismo que tengo cuando me despido de James cuando le dejo en su piso a sólo 25 minutos en coche de mi casa. Ese nudo en la garganta que surge de la nada, tan de repente que a menudo me pilla desprevenida. No importa dónde estén tus hijos, qué edad tengan o cuáles sean sus capacidades, el instinto es el mismo, querer tenerlos cerca, protegerlos y mantenerlos a salvo, resguardarlos de las duras realidades e injusticias de esta vida que vivimos. En realidad, no siempre podemos hacerlo, tienen que vivir su vida y sean cuales sean sus circunstancias queremos que sea lo mejor posible, así que tragamos saliva y nos despedimos.

No se me escapa que tengo un hijo que no puede salir solo de la puerta de su casa y otro que viaja solo miles de kilómetros. Estoy igual de orgullosa de los dos y, sin embargo, mis dos hijos son literalmente polos opuestos.

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