Reformular nuestro lenguaje en la discapacidad pediátrica: Entender el comportamiento como comunicación

Dr Laura Finney - ClinSci, PhD, MSc, BEng Group Clinical Research Director

En la asistencia sanitaria, el lenguaje que elegimos afecta profundamente a cómo percibimos, entendemos y respondemos a nuestros pacientes. En el caso de los niños con discapacidad, y especialmente de aquellos con habilidades verbales limitadas, el término "problemas de conducta" se utiliza a menudo para describir acciones que pueden parecer perturbadoras o difíciles.
Sin embargo, con esta etiqueta se corre el riesgo de reducir comportamientos complejos a un simple "mal comportamiento", lo que nos lleva a pasar por alto el hecho esencial de que todo comportamiento es comunicación. Cuando los niños carecen de las habilidades verbales para hablar de sus sentimientos, especialmente en el contexto de traumas pasados o situaciones actuales abrumadoras, el comportamiento se convierte a menudo en su principal forma de expresar sus necesidades, emociones y angustia.
El comportamiento como comunicación: Una nueva perspectiva
Todos los comportamientos, sobre todo los de los niños con capacidad verbal limitada, son una forma de comunicación, una señal de su estado interior. En lugar de considerar el comportamiento de un niño como un obstáculo o una perturbación, los profesionales sanitarios debemos verlo como una oportunidad para comprender las experiencias y los retos del niño. Los niños se comunican a través del comportamiento por muchas razones, entre ellas:
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Sobrecarga sensorial o malestar: Los niños con problemas de procesamiento sensorial pueden reaccionar fuertemente a estímulos que otros considerarían insignificantes. Las experiencias externas, como las luces brillantes, los sonidos fuertes o ciertas texturas, pueden desencadenar sentimientos abrumadores, lo que lleva a comportamientos que pueden parecer perturbadores, pero que son intentos de gestionar su experiencia sensorial.
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Necesidades insatisfechas: Un niño incapaz de comunicar que tiene hambre, sed, está cansado o incómodo debido a un dolor o a que tiene la vejiga llena puede actuar con frustración, intentando transmitir que algo va mal. Su comportamiento se convierte en una pista vital para que los cuidadores aborden lo que no pueden decir directamente.
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Respuesta emocional al trauma: Para los niños con antecedentes traumáticos, las situaciones actuales pueden desencadenar respuestas emocionales intensas. Si un niño ha sufrido un trauma en el pasado, puede ser hiperconsciente de su entorno, y situaciones que otros considerarían seguras pueden parecer amenazadoras, como que alguien le impida salir de una habitación, lo que lleva a comportamientos protectores, defensivos o aparentemente irracionales.
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Deseo de control: Los niños suelen ansiar cierto nivel de control, especialmente en situaciones nuevas o confusas. El comportamiento de un niño puede reflejar la necesidad de sentirse seguro y en control de su entorno cuando es incapaz de comunicar esta necesidad directamente.
Cuando etiquetamos estos comportamientos simplemente como "cuestiones o problemas", corremos el riesgo de pasar por alto los mensajes subyacentes que el niño intenta transmitir.
Pasar de los "problemas de comportamiento" a la comprensión de las respuestas
Al pasar de "problemas de comportamiento" a términos que reflejan lo que puede estar ocurriendo fisiológicamente -como "respuesta sensorial", "respuesta al estrés" o "respuesta emocional"- eliminamos el juicio y creamos una descripción más objetiva y objetiva de lo que está ocurriendo. Este lenguaje nos recuerda que estas acciones son síntomas, son respuestas enraizadas en el mundo sensorial, emocional y psicológico del niño. Esto, a su vez, nos anima a investigar, no a juzgar.
El papel de los profesionales sanitarios: Descifrar el comportamiento como comunicación
Como clínicos, es nuestra responsabilidad descodificar estos mensajes, especialmente cuando los niños aún no tienen la capacidad verbal de explicar sus sentimientos. Esto requiere no sólo una mentalidad compasiva, sino también un marco práctico:
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Habilidades de observación: Observar las acciones del niño, los desencadenantes y el entorno permite comprender las posibles causas. ¿Existen patrones en sus respuestas? ¿Un estímulo concreto provoca siempre la misma respuesta? La observación puede revelar necesidades recurrentes que pueden abordarse de forma proactiva.
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Crear un entorno seguro y predecible: Para los niños muy sensibles o con antecedentes traumáticos, la previsibilidad y la rutina ofrecen seguridad. Un entorno tranquilo y estructurado minimiza los posibles desencadenantes y ayuda a los niños a sentir que tienen más control.
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Apoyar la comunicación: Si la comunicación verbal es difícil, los profesionales sanitarios pueden utilizar ayudas visuales, pizarras con imágenes o herramientas sensoriales para ayudar a los niños a expresarse. Proporcionar formas de comunicación que no dependan únicamente de las habilidades verbales puede reducir en gran medida la frustración y ayudar a los niños a sentirse escuchados.
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Colaborar con las familias: Las familias pueden ofrecer información muy valiosa sobre la historia del niño, sus preferencias y los posibles factores desencadenantes. Trabajar estrechamente con las familias permite a los profesionales sanitarios elaborar un enfoque individualizado que reconozca las formas únicas de comunicación del niño.
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Respuesta compasiva: En lugar de ver el comportamiento de un niño como algo que hay que "corregir", debemos responder con compasión y paciencia. Calmar, consolar y apoyar a un niño angustiado le ayuda a sentirse seguro, valorado y comprendido.
Tratar con empatía: Conocer al niño donde está
Reconocer el comportamiento como comunicación transforma nuestra forma de abordar y cuidar a los niños. Cuando vemos las acciones de un niño como un mensaje y no como una fechoría, podemos responder con empatía y comprensión. En última instancia, este enfoque nos permite tratar no sólo los síntomas, sino también las causas subyacentes.
En resumen, si cambiamos nuestro lenguaje de "tiene problemas de comportamiento" a términos de observación neutros como "muestra respuestas de estrés" o "presenta desencadenantes sensoriales", nuestro enfoque puede ser más perspicaz y humano. Este cambio nos recuerda que nuestro papel no es juzgar, sino escuchar, descifrar y tratar al niño y su comportamiento con respeto.
Para nosotros, hacer este cambio nos abre los ojos a una forma totalmente nueva de apoyar y comprender a cada niño. Nos permite desentrañar las causas subyacentes de los comportamientos, que con demasiada frecuencia tienen su origen en la angustia, y nos capacita para ayudar a los niños a sentirse seguros, valorados y realmente comprendidos. Comprometámonos a crear un entorno sanitario que comprenda y responda al niño en su totalidad y considere cada comportamiento como una forma de comunicación y a cada niño como alguien con una voz que merece ser escuchada.