¿Reírse durante una pandemia?

Miriam Gwynne
Madre y cuidadora a tiempo completo de dos gemelos autistas realmente maravillosos. Me encanta leer, escribir, caminar, nadar y animar a los demás. No...

¿De qué hay que reírse ahora que hay tantos enfermos y moribundos? ¿No deberíamos estar todos preocupados, concentrados, de luto, serios y preocupados?
Puede que sí, pero las risas deben seguir escuchándose.
De hecho, ¡quizá todos necesitemos oírlo más que nunca!
Hay algo extremadamente poderoso en la risa.
Libera endorfinas que nos hacen sentir mejor, ayuda con el estrés y refuerza nuestra inmunidad.
Mejora nuestra respiración, favorece la salud mental e incluso ayuda a conciliar el sueño.
Conecta a las personas, refuerza las relaciones y puede incluso mejorar su aspecto.
Mi hijo no sabe contarte un chiste. No puede hacerte cosquillas ni poner una cara graciosa.
Pero su risa sigue siendo contagiosa.
Probablemente tenga más razones que muchos para no reírse.
Tiene convulsiones, no sabe leer ni escribir, padece una enfermedad genética progresiva.
No puede hablar. Se angustia mucho con los cambios de rutina. Tiene importantes dificultades de aprendizaje, una masa encefálica y problemas de movilidad.
Pero en sus 12 años de vida apenas ha habido un día en que no se haya reído y haya hecho sonreír también a los demás.
No entiende de pandemias ni de virus. No tiene noción de la muerte ni de la pérdida.
Las restricciones de la vida cotidiana escapan a su comprensión.
Cosas como el distanciamiento social, el cierre de los colegios, cubrirse la cara y desinfectarse las manos son un completo misterio para él.
Pero se ríe.
Se ríe al oírme tirar la basura al cubo.
Se ríe del agua que llena la bañera.
Se ríe si se me cae accidentalmente un tenedor o un cuchillo al suelo.
Se ríe cuando saca toallitas de la caja una a una y las lanza.
Se ríe al oír cómo se reparte el correo.
Se ríe cada vez que suena el teléfono.
Y se ríe al sentir la nieve en un día de invierno.
Cómo le hizo sonreír y reír.
Está bien reír incluso cuando la vida es dura.
De hecho, quizá sea precisamente cuando más necesitamos reír.