Un salvavidas

Helen Horn
Soy madre de dos jóvenes. Mi hijo mayor, James, de 27 años, tiene el síndrome de Wolf-Hirschhorn y autismo. En mi blog escribo sobre mi vida como madr...

Muchas personas con discapacidad dependen de equipos específicos para su vida diaria. Mi hijo James depende de su cuna eléctrica y su bomba de alimentación.
Luego se cayó y se fracturó la rótula.
James vive en un piso de arriba en un alojamiento asistido. No pudo andar durante 10 semanas. El accidente le impidió acudir a los servicios de día porque no podían atender sus necesidades durante ese tiempo. Por lo tanto, pasaba mucho más tiempo en casa. Para una persona que suele ser muy activa y sociable, esto podría haber sido muy perjudicial.
Como es lógico, su personal no podía subirlo y bajarlo por las escaleras. En los primeros días tras el accidente, mi marido lo hizo, pero no era lo ideal... ¡ni seguro!
Entra en la silla de evacuación.
No puedo atribuirme el mérito. Una noche, mi marido sugirió que buscásemos una silla especial para que nosotros y el personal de James pudiésemos subir y bajar las escaleras con seguridad. Tras acostarnos tarde, buscamos en Google y descubrimos que había muchas sillas de este tipo disponibles. Hicimos la compra y esperamos ansiosos su llegada.
La silla no es bonita, pero es funcional y se pliega fácilmente para meterla en el coche. Y lo que es más importante, James la utilizó desde el primer momento sin más que unos pocos gritos para hacernos saber que estaba un poco inseguro, pero esto era de esperar, ya que era completamente ajeno a él. Sinceramente, esperaba que fuera un reto mucho mayor.
No puedo expresar la diferencia que supuso esta silla.
Tras evaluar los riesgos, durante nueve semanas el personal de James y nosotros subimos y bajamos a James por las escaleras de forma segura.
Esto le abrió un sinfín de oportunidades. James disfrutó de muchas salidas al zoo, al paseo marítimo y al bosque con su personal. Pudimos llevarle de excursión a comer pasteles, visitar a sus abuelos y mucho más.
Este equipo costó 130 libras y valió cada céntimo. Supuso una gran diferencia para James y su calidad de vida en una época que, de otro modo, podría haber sido solitaria y aislante para él. Salir de su piso y participar en actividades normales hizo maravillas para mantener su buena salud mental. La verdad es que no sé qué habríamos hecho sin él. Realmente fue un salvavidas.