Regresión educativa durante la pandemia: La lucha es real
Jennifer Arnold
Me apasiona concienciar sobre los problemas de la discapacidad a través de la educación y la divulgación. Cuando no llevo puesto mi sombrero de esc...
Ha pasado casi un año desde que COVID-19 puso patas arriba el mundo de todos.
Las escuelas del norte de California cerraron a mediados de marzo, y muchas no volvieron a abrir hasta agosto, al comienzo del curso escolar 2020=2021.
Algunos permanecieron cerrados durante semanas debido al aumento del número de casos a finales del verano.
Nuestra hija de 14 años y nuestro hijo de 10 tienen discapacidades importantes y no han vuelto a un aula desde la primavera pasada, y es dudoso que vuelvan pronto.
No porque las escuelas sigan cerradas, sino porque el número de casos sigue siendo elevado, y ambas están en la categoría de alto riesgo.
Debido a su edad, no se dispondrá de una vacuna hasta dentro de bastante tiempo.
Sabíamos que existía la posibilidad de algún retroceso en el aprendizaje, pero...
Es una putada tener que sacrificar cualquier progreso educativo de tu hijo porque la alternativa es el riesgo de contraer un virus que podría ser mortal para ellos, especialmente para nuestro hijo con una enfermedad pulmonar crónica.
Incluso con todo el apoyo que la escuela puede darnos, todavía hemos visto algunos retrocesos y una falta general de entusiasmo cuando se trata de hacer el trabajo escolar.
Intentamos mezclar las cosas y encontrar nuevas formas de mantenerlos ocupados.
A veces funciona, a veces no.
Aprendimos por ensayo y error que el aprendizaje virtual no funciona para alumnos como mis hijos, uno de los cuales no habla y otro que tiene problemas para concentrarse y le cuesta seguir el ritmo en las reuniones de clase en línea.
Cambiamos a los paquetes de papel, que rellenan y entregan cada semana, y aunque es mucho menos estresante que las clases virtuales, tiene sus dificultades.
A falta de clases presenciales -incluso virtuales-, he asumido el papel de profesora de educación especial, y puede resultar abrumador.
En días como estos, he aprendido que no pasa nada por dejar los deberes un rato y hacer algo divertido o relajante y retomarlos más tarde.
Hay muchos días en los que sólo leemos mucho o jugamos a deletrear.
En días así, me recuerdo a mí misma que todo saldrá bien.
Al final volverán a la normalidad, y todos necesitamos un poco de gracia en estos tiempos extraños.