Explicar la muerte a un niño con necesidades adicionales
Katrina Dorrian
Hola, soy Katrina y tengo trillizos de 8 años, uno de ellos con espina bífida, hidrocefalia y epilepsia. ¡También tengo esclerosis múltiple, así qu...
*Advertencia: Habla de la muerte*
A los 100 años, mi abuelo falleció recientemente rodeado de sus hijos en su propia cama, sin dolor ni angustia. Fue lo que yo consideraría una "buena muerte" como nieta y como enfermera.
Fue todo un logro vivir 100 años y fue un hombre extraordinario que vivió una vida muy interesante.
Soy mamá de trillizos de 8 años que perdieron a mi Nana paterna en 2019 cuando eran un poco demasiado pequeños para entender la "finalidad" de todo.
Cuando murió su bisabuelo, Ben y Chloe lo comprendieron mejor, aunque Jacob tuvo dificultades para asimilar el concepto debido a su lesión cerebral (hidrocefalia adquirida secundaria a espina bífida).
Me puse en contacto con una organización benéfica dedicada al duelo infantil, que me ofreció un apoyo excelente y me sugirió libros y otros recursos para explicarme lo que significaba todo aquello.
Lamentablemente, Jacob no parecía muy dispuesto a participar en nada y parecía bastante desvinculado de lo que estaba ocurriendo. Les dieron a elegir si querían ir a su funeral o no, y decidieron ir.
El día del entierro, le expliqué especialmente a Jacob que habría un ataúd. Inevitablemente, preguntó qué era y qué significaba aquello, lo que dio lugar a una nueva discusión.
Es realmente difícil saber cuántos detalles son apropiados para un niño de 8 años, por no hablar de su discapacidad de aprendizaje añadida. Parecía entender algo, pero se quedó callado cuando entramos en la iglesia.
Me cogió de la mano durante todo el servicio y estuvo muy tranquilo.
Cualquiera que le conozca se reiría de ello, ya que Jacob rara vez está callado.
Cuando sacaron el ataúd y todos pasamos a la sala contigua para tomar un refrigerio, Jacob rompió a llorar histéricamente.
Se prolongó durante un tiempo que me pareció muy largo y me dolió mucho por él. Creo que al ver el ataúd y comprender su significado, por fin se dio cuenta.
Lo único que podía hacer era sentarme con él en silencio y estar allí por si quería un abrazo o hablar.
Al final se calmó y volvió a ser el burbujeante de siempre, pero creo que a veces existe la tentación de ocultar la realidad de la muerte a los niños, especialmente a los que tienen necesidades adicionales.
Aunque cada padre decide cuánto contar a sus hijos cuando ocurren cosas importantes, yo intento ser siempre sincera y honesta con mis tres hijos.
Obviamente, censuro las cosas hasta cierto punto y a veces tengo que cambiar la forma de decírselo a Jacob, o repetir el mensaje hasta que lo asimile, pero seguiré haciéndolo porque realmente creo que les está enseñando toda la gama de emociones humanas.