Pensar demasiado

Pensar demasiado es pensar en algo demasiado y durante demasiado tiempo. Creo que es algo que todo el mundo hace. Pero yo lo hago todos los días. Y siempre se trata de todo lo que mi hijo podría hacer para ponerse en peligro.

Mi hijo tiene quince años. Tiene parálisis cerebral, epilepsia y autismo, además de otras enfermedades. Se desplaza y ahí es donde entran mis pensamientos exagerados. No es consciente de las cosas que podrían hacerle daño. Por eso siempre estoy pensando en lo que tengo que hacer para que esté seguro en todo momento.

Es muy raro que lo deje al cuidado de alguien a menos que esté en la escuela. E incluso entonces me preocupa si está bien o no. Ni siquiera puedo ir al supermercado sin chatear por vídeo, enviar mensajes de texto o llamar para asegurarme de que está bien. A veces vuelvo corriendo a casa porque en mi cabeza algo va mal. Cuando está demasiado callado, me levanto para asegurarme de que no está haciendo nada que pueda hacerle daño.

Y sé que no está bien vivir así. Es mi deber como madre asegurarme de que siempre esté a salvo, sobre todo cuando no es consciente de lo que es seguro y lo que no.

Es un niño de verdad. Le encantan los parques de atracciones, los fuegos artificiales, los karts y cualquier cosa ruidosa. Todo lo que parece gustarle me produce ansiedad. Excepto su amor por los videojuegos. No juega, pero le gusta ver jugar a su padre. Es muy activo y siempre está en movimiento. A veces él y su papá se van de paseo en coche sin nosotros. Y todo el tiempo que están fuera yo estoy llamando. Y si están fuera mucho tiempo le digo que traiga a mi bebé de vuelta.

Me resulta muy difícil no pensar en todos los "y si..." porque conozco a mi hijo. La gente mira su silla y lo juzga sin saber todo lo que es capaz de hacer en realidad. Así que es difícil para los demás ver a través de sus ojos por qué soy como soy.