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Cuando enseñamos amabilidad

Jodi Shenal por Jodi Shenal Necesidades adicionales

Jodi Shenal

Jodi Shenal

Soy un ama de casa con dos hijos increíbles. Mi hijo está en el espectro autista y mi hija tiene un trastorno genético raro y múltiples discapacida...

Una niña sentada en un columpio accesible

Como padres, empezamos a enseñar a nuestros hijos importantes lecciones de vida desde el principio. Fomentamos la independencia y les ayudamos a distinguir el bien del mal. Les inculcamos la gravedad de la seguridad personal y les recordamos que miren siempre a ambos lados antes de cruzar la calle.

Nos esforzamos por cultivar los buenos modales.

Nos aseguramos de que conocen los colores, las formas, el abecedario y el 123.

Todas estas lecciones son valiosas y significativas. Como madre de dos hijos y con un asiento en primera fila dentro del mundo de las discapacidades complejas y la neurodivergencia, está claro que hay otro mensaje en el que todos podríamos hacer más hincapié con nuestros hijos.

Una cualidad primordial que podemos modelar para ellos, para que la trasladen a la edad adulta, es la AMABILIDAD.

Ser amable no tiene por qué ser un gran gesto.

La amabilidad es sonreír a alguien que te encuentras por la calle. Es aceptar activamente e incluir a otros que son diferentes de nosotros. Con actos sencillos se llega muy lejos.

En una reciente excursión al parque con nuestra hija, mi marido y yo paseábamos, ella en su silla de ruedas. Había niños corriendo y jugando mientras recorríamos el camino pavimentado. De repente, oímos: "¡Eh, Ryleigh!". exclamó una niña a su madre: "¡Va a mi colegio! Tiene una silla de ruedas rosa muy mona". Un grupo de niños corrió hacia nosotros.

Todos empezaron a hablar directamente con Ryleigh (eso me encanta) y luego nos saludaron a los adultos. Un niño nos explicó que todos van juntos al colegio, mientras otro cogía la mano extendida de mi hija y la estrechaba. Nos preguntaron si podían pasear con nosotros y nos contaron sus planes para el verano.

Una dulce niña preguntó si Ryleigh podía acompañarla al campamento de verano. Aplaudieron a Ryleigh mientras paseábamos; ¡ella adoraba toda la atención! Cuando sus padres las llamaron para irse, se despidieron de mala gana y se dieron abrazos, sin saber cómo nos acababan de impactar.

No importaba que mi hija estuviera en silla de ruedas. No importaba que no pudiera responder verbalmente.

Eran amables y cariñosos. Sólo la veían como una amiga más, a pesar de las diferencias entre ellos. Los gestos de estos niños, y su fácil aceptación e inclusión, nos alegraron el día.

Debemos enseñar a nuestros hijos a decir "Hola" en lugar de mirar fijamente. No tienen por qué temer ni apartar la mirada de las diferencias. Es nuestro deber enseñarles que está bien hacer preguntas y ser curiosos. Es nuestra responsabilidad reforzar que llamar a los demás "raros" o reírse de su singularidad es hiriente y poco amable.

Nuestro trabajo consiste en empezar pronto y encaminarlos hacia la bondad para toda la vida. Quería abrazar a los padres de los niños que conocimos aquel día en el parque. Quería decirles lo grandes seres humanos que estaban criando. Cuando enseñamos la bondad, hacemos que el mundo sea un poco más cálido y acogedor para todos.

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