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Gestión de la carrera escolar

Helen Horn por Helen Horn Necesidades adicionales

Helen Horn

Helen Horn

Soy madre de dos jóvenes. Mi hijo mayor, James, de 27 años, tiene el síndrome de Wolf-Hirschhorn y autismo. En mi blog escribo sobre mi vida como m...

Gestión de la carrera escolar

Cuando mi hijo mayor, James, empezó el colegio, mi hijo menor, Harry, era un bebé. James tiene graves dificultades de aprendizaje y necesidades complejas. Iba a ir a un colegio MLD a unos 5 km de casa. No había duda de que yo misma le llevaría al colegio.

Llevar a James al colegio formaba parte de nuestra rutina diaria. Cuando se hizo un poco mayor, recuerdo cómo nos sentábamos en el coche a esperar a James al final del día; Harry se había aprendido todos los nombres de las compañías de los minibuses que llegaban al colegio y jugábamos a ver quién de los dos adivinaba correctamente cuál era el siguiente autobús que entraba por la puerta.

En septiembre de 2004 todo iba a cambiar. Harry iba a empezar a ir él mismo a la escuela infantil local. Estaba a sólo 10 minutos a pie de nuestra casa. Mientras tanto, James había cambiado de colegio. Ahora asistía a una escuela de SLD a unos 3 km de casa.

Le debía a Harry estar ahí para él.

No era sólo eso, sí, quería ser yo quien lo acompañara al colegio como hacían las mamás de sus amigos. Sinceramente, yo también lo quería para mí, no sólo para Harry. Todo había sido tan diferente con James.

Así que, cuando Harry empezó a ir al colegio aquel septiembre, experimenté la agitación emocional normal por la que pasan los padres. Pero ese año lo pasé doblemente mal, ya que por primera vez James tuvo que irse sin mí en el autobús escolar. Recuerdo que aquella primera mañana lo subí ansiosamente al autobús con el conductor, el acompañante y unos niños que no conocíamos de nada, y le hice señas para que se fuera. Se encontraba perfectamente. A menudo somos los padres los que lo pasamos peor.

Me encantaba el paseo mío y de Harry para ir y volver del colegio.

Eran 10 minutos preciosos los dos solos. Me contaba todo sobre su día. Para mí también fue una experiencia totalmente nueva, charlar con las otras madres en el patio mientras esperábamos a los niños al final del día. Todo era tan normal.

Por suerte, la hora de recogida de James por la mañana era lo suficientemente temprano como para que yo pudiera llevar a Harry al colegio a tiempo, pero el final del día era más difícil. James llegaba a casa justo a la hora a la que yo tenía que recoger a Harry. James podía andar, pero despacio, así que yo le esperaba con su silla de ruedas y, en cuanto llegaba, nos apresurábamos a abrirnos paso entre los peatones para recoger a Harry. Muy a menudo llegábamos y encontrábamos a Harry sentado solo con su profesora mucho después de que los demás niños se hubieran ido a casa.

La profesora era encantadora, pero me sentí fatal por llegar tarde a Harry.

Continuamos así y luego, una vez bien establecido en la escuela Junior, que estaba aún más cerca de nuestra casa, Harry podía ir solo o con un amigo. Hasta que Harry empezó la secundaria, cuando todo volvió a ser mucho más difícil. La escuela secundaria de Harry estaba más lejos y había que llevarle en coche, ya que el transporte público local no daba para mucho.

Durante los años siguientes, tuve mucha suerte de que el padre de un amigo de Harry le llevara por las mañanas. A estas alturas, James solía ir directamente a casa de un cuidador un par de horas después del colegio, solo dos días a la semana. Esos días yo recogía a Harry y a su amigo. Los otros días, la madre de su amigo le llevaba a casa. Me ayudaron mucho durante ese tiempo.

A la edad de 19 años, James dejó la escuela y se fue al servicio diurno. Harry dejó la escuela un par de años más tarde y se fue a la universidad aún más lejos, de nuevo sin forma de llegar allí por sí mismo y así todo comenzó de nuevo ... ¡de vuelta en ese carrusel!

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