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Crianza de niños con necesidades especiales: No Easy Choices

Jennifer Arnold por Jennifer Arnold Necesidades adicionales

Jennifer Arnold

Jennifer Arnold

Me apasiona concienciar sobre los problemas de la discapacidad a través de la educación y la divulgación. Cuando no llevo puesto mi sombrero de esc...

Crianza de niños con necesidades especiales: No Easy Choices

Hace aproximadamente un año y un mes que dos de mis hijos no pisan un aula.

Cuando las escuelas cerraron y pasaron al aprendizaje virtual la primavera pasada, como todo el mundo, pensé que era algo temporal.

Luego, dos semanas se convirtieron en dos meses, y terminaron el año en línea.

Cuando empezaron las clases el pasado mes de agosto, la mayoría de los colegios de nuestra zona optaron por la modalidad presencial, ya fuera cinco días completos o un horario híbrido con todas las precauciones.

Vivimos en una zona rural del norte de California que no ha sentido el impacto del COVID-19 tanto como las grandes ciudades como San Francisco y Los Ángeles.

Aunque optamos por enviar a dos de nuestros hijos a clases presenciales, decidimos no enviar a nuestro hijo y a nuestra hija con necesidades especiales.

Ambos corren un mayor riesgo de sufrir complicaciones en caso de contraer el virus, y las políticas de cuarentena de las escuelas hacían incierto que, aunque volvieran, lo hicieran por mucho tiempo.

Incluso si no tuvieran un riesgo tan alto, la incoherencia garantizada les haría más mal que bien, ya que prosperan con la rutina y la estructura.

Este último año los hemos tenido a ambos en estudio independiente, donde completan paquetes de trabajo semanales y tienen servicios de logopedia y DHH (sordos y con dificultades auditivas) en línea.

He aprendido mucho sobre mí misma y sobre mis hijos, sus estilos de aprendizaje, cuáles son sus puntos fuertes y débiles, y me he obligado a pensar de forma diferente en muchas ocasiones.

Cuando empezaron a aprender en casa, intenté imitar el entorno escolar: un lugar específico para que hicieran su trabajo y un horario fijo para que trabajaran cada día. Eso se esfumó a la segunda semana.

He descubierto por ensayo y error que mi hijo trabaja mejor con pequeñas tareas cada vez, con pausas activas entre ellas.

También me di cuenta de que aprende con las manos y con el tacto.

Ha pasado horas intentando recrear cosas después de conocerlas.

La semana pasada fue una nave espacial construida con una caja de cartón después de leer sobre los astronautas.

Mi hija, en cambio, se pasa un paquete entero de una sentada, pero no cuando se le dice que lo haga.

Después de horas de recordatorios, regaños e incluso sobornos, un día casi había renunciado a que hiciera algún trabajo ese día cuando a las 7 de la tarde decidió que estaba lista para hacerlo.

Tardó dos horas, más de las que debería haber estado preparándose para irse a la cama, pero ese día aprendí una lección sobre cómo elegir mis batallas.

Con este curso escolar llegando a su fin, no tengo ni idea de lo que me espera el año que viene.

He estado vacilando entre enviarlos de vuelta cuando siento que es seguro y mantenerlos en casa indefinidamente porque han estado prosperando con el aprendizaje en casa.

Lo único que sé es que cualquier decisión que tome no será fácil.

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